domingo, 19 de diciembre de 2010

Navidad.10

miércoles, 28 de julio de 2010

Potty Training



El temita de aprender/enseñar a ir al baño por cuenta propia me tiene preocupado. Felipe es para mí una especie de alter ego filosófico que crece en mí cada día. Me provoca preguntas fundamentales como si lo que somos tiene más de crianza o de naturaleza y si es cierto que hay algo de mí en él. Me pregunto a veces si el efecto de un reto tendrá consecuencias buenas o pernicionas en el futuro y más recientemente, después de su segundo cumpleaños no paro de preguntarme qué consecuencias podrá tener en su vida el aprendizaje de hacer pis y caca solo.

Me acuerdo en los años noventa cuando con mis hermanos vivíamos todavía todos en casa, la casa de nuestros viejos,  en esa época íbamos todos a la universidad. Me acuerdo una vez que madrugué antes que los demás para ir a la facu y me encontré en la mesa del desayuno un apunte de psicología evolutiva que Josefina, mi hermana que entonces estudiaba psicopedagogía, que se había dejado en la mesa de la cocina después de una noche larga de estudio. A falta de diario matutino leí con atención y sorpresa un artículo sobre el duelo anal que me quedo grabado para siempre y que he modificado en mi modus pensandi para acomodar mis teorías sobre todas las cosas. En síntesis, el artículo propone que hay una relacion directa entre el rigor en el aprendizaje del control de esfinter anal y la personalidad meticulosa, y la afisión, a veces obsesión por la limpieza. Tanto me pegó el artículo, que tiendo a reducir todo conocimiento psicológico a un solo factor convergente: la conciencia del control del esfínter o el duelo anal.

Así, en los más de diez años que pasaron, comencé a especular sobre cuál habría sido la experiencia de distintas personas que conocí a lo largo de mi vida, cuando aprendieron a hacer lo propio en la pelela e interpretar sus conductas a partir de estas especulaciones. Cuando nos mudamos con Inés a Estados Unidos, inmediatamente se me represento cómo toda una sociedad, mucho más meticulosa que la nuestra, había sido víctima por muchas generaciones de lo que ellos llaman "potty training". Así aprendí a respetar a personajes a veces desacreditados en nuestra sociedad por su obsesión por el detalle por encima del todo, los nunca bien reputados anales. A los anales hay que recurrir siempre cuando uno tiene una duda con respecto a un código, verificación de control de calidad y por sobre todas las cosas son los que toman mejores notas de las reuniones y no sacaron ninguna conclusión más allá de lo que se dijo, el perfecto opuesto a mí, lo cual me deja pensando cómo hicieron mi Papá y mi Mamá para enseñarme qué había que hacer en esa enorme taza enlosada que había en los setenta que se llamaba pelela.

Hoy la vida me propone un desafío monumental al que jamás me habría enfrentado de no haber sido expuesto a la lectura de aquel artículo acerca de la contención. Felipe reconoce perfectamente el concepto de pis y caca, a tal punto que a veces, para demostrar lo bien que entiende después de gritar un rato largo "caaaacaaaa" anunciando que necesita cambio de pañal, toma una muestra con su propia mano y nos la enseña con cara de asco para que hagamos más expeditivo el trámite. Inés y yo, somos muy conscientes de la importancia de esta etapa anal y estamos decididos a literalmente no cagarle la vida desde tan temprano. Comentando esto con una amiga en el trabajo, ella compartió conmigo una técnica que consiste en envolver pequeño regalos y colocarlos en un estante fuera del alcance del nene y cada vez que correctamente haga pis y/o caca en el "potty" se le entrega un regalo acompañado de sonrisas y aplausos. No pude sino rechazar de cuajo esta sugerencia por asociaciones que no pude evitar entre el premio y por extensión el dinero y la genitalidad y por extensión el sexo. Pensé inmediatamente que estaríamos criando a un perverso propenso a pagar por satisfacciones genitales. A lo mejor mi análisis llego muy lejos, pero por las dudas no lo vamos a intentar.  

Ante la duda sobre qué hacer o si hacer algo o no, me apoyo en la teoría de que ante la duda, la mejor decisión es no hacer nada. En ese contexto y por no tolerar la idea de "entrenamiento" del control del esfínter, Felipe este verano experimenta sólo y nosotros sólamente le insinuamos donde sería más práctico hacer caca y/o pis, en ese orden de importancia. Mientras tanto Inés y yo seguimos limpiando debajo de la mesa, en el pasillo y hasta muy de vez en cuando en la pelela. Yeah! 

martes, 4 de mayo de 2010

Carta de Felipe al Diego


Desde Londres, como todos los argentinos expatriados por el mundo, tratamos de fomentar la argentinidad a nuestros hijos por los medios que están a nuestro alcance. Por ejemplo  el día que le salió el primer diente lo lleve a almorzar un bife de chorizo al Buen Ayre, un restorán argentino cerca de casa. Sin ir más lejos, el fin de semana pasado festejamos el cumpleaños de Felipe y mi mujer preparó alfajorcitos de Maizena para la ocasión.

Yo no soy  partidario de enseñarle a mi hijo a cantar la Marcha de las Malvinas, pero sí me gustaría que cuando crezca se reconozca argentino y que registre su argentinidad sanamente y sin conflictos heredados.
Con el comienzo del mundial en Sudafrica dentro de poco, ví una excelente oportunidad educativa. Esta es la primer copa del mundo para mi hijo de dos años y pensé que era importante hacer algo más que comprarle una camiseta y enseñarle el "vamos vamos". Pense entonces que tenía que ir un tranquito más alla de las frivolidades y fetiches típicos del fútbol y arme este poster para empezar a enseñarle que es importante jugar limplio y lindo para ganar.

Yo tuve la suerte de vivir dos mundiales donde Argentina salió campeón. Ver uno más con Felipe contribuiría a la inexorable evidencia de que se siente mejor ser Argentino que ser Inglés.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Dejarnos quedar Indefinidamente

Hacía cinco años que esperábamos que llegara el 2 de Febrero de 2010.
Cuando llegamos al Reino Unido no teníamos muy claro si nos quedaríamos a vivir o no, pero sabíamos que si nos quedábamos 5 años trabajando continuamente en relación de dependencia, el gobierno británico nos otorgaría residencia permanente. Una vez conseguido este estado, llamado literalmente "dejo indefinido a quedarse" o mejor traducido como permiso a estancia indefinida (indefinite leave to remain) uno puede tramitar pasaporte británico cumplido el año en este poético estado.

A Londres llegamos un providencial 9 de Julio de 2004, en medio de lo que se dice fue el mejor verano en lo que va del siglo. En ese momento nuestra categoría inmigratoria era: turistas. En el 2005 conseguimos permiso para trabajar y nos parecía remoto pensar en conseguir residencia permanente y ni hablar de la ciudadanía. Veníamos de New York, con cuentos kafkanos de amigos detras de la infame Green Card.

Hoy tuvimos turno en la Home Office (algo así como la Policía Federal, pero sin ser la cana) para concretar nuestra residencia permanente. Inés anoche paniqueó por el inminente pago de mil ciento veinte extorsivas libras esterlinas por presentar la solicitud y se planteó si realmente queríamos ser británicos en el 2011 y si realmente valía lo que costaba el bendito documento de residencia. Esto, planteado horas antes de nuestra entrevista y después de haber esperado 5 años y de haber aprobado el examen de concocimiento sobre la vida en el Reino Unido, me pareció un gran absurdo y me tomó por sorpresa una desenfrenada verborragia de justificaciones que incluyó la posibilidad de que Felipe fuera a Oxford o Cambridge. Se me vinieron a la mente las preguntas del test y la estúpida manía que tienen los ingleses de hacer cola hasta para servirse comida en una fiesta de amigos. Yo soy más como el toro, una vez que apunté ya no pregunto más y arremeto, así que la pobre Inés se tuvo que quedar sin reflexion y esta mañana salimos sin chistar a buscar la residencia permanente.

Cuando nació Felipe lo registramos como ciudadano Argentino. Acá rige el infame jus sanguinis donde sólo hijos de Británicos pueden ser Británicos, la tierra no otorga ningún derecho. A Felipe en ese momento lo llevamos al consulado Argentino donde se habían acabado los pasaportes consulares y no había perspectiva de que los hubiera disponibles en el futuro inmediato. Nos atendió la gorda de Gasalla y nos informó que eshos no podían hacer nada, que de Buenos Aires no les mandaban libretas. El pobre de Felipe estaba efectivamente en un limbo de patria. Finalmente, y como podía esperarse de nuestro solidario país, a través de una amiga de un amigo nos consiguieron que apareciera en un cajón del consulado un pasaporte reservado para casos especiales que le otorgó a Felipe la Nacionalidad Argentina por Opción que en nuestro caso fue, en realidad, por falta de Opción.

Hoy finalmente dimos el primer paso serio hacia la obtención de la ciudadanía Británica y se nos permite la estancia indefinida aca. Dentro de un año los tres tendremos pasaporte británico. Vengo planeando fríamente para entonces que no se me mueva ni un pelo cuando jure lealtad a Isabel Segunda de Inglaterra y me he imaginado una burbuja de brillantina hedionda en flatulencias que me protejerá de quienes me tilden de vendepatria. Mientras tanto este año le conseguiremos una camiseta celeste y blanca a Felipe para que grite los goles del Mundial en Sudafrica.

viernes, 15 de enero de 2010

Córdoba en el Aire

Córdoba es un estado en mi mente todo el año, una explicación sincera y a veces descolorida de una ciudad cuya belleza es infotografiable.

Cuando aterrizas en Pajas Blancas, Córdoba te pega en la jeta en el instante que se descomprime la cabina del avión. Es el aire, el tipo de humedad, los ácaros que la habitan, las partículas de tierra, de cemento y de yuyos que la componen que tienen una especificidad única e irrepetible en ningún otro lugar del planeta.
Esto seguramente es cierto de cualquier ciudad, pero en el caso de Córdoba, probablemente porque vamos casi siempre en verano, tiene esa alevosa capacidad de golpearte física y emocionalmente. Esas partículas de aire al inhalarlas te producen un high corto pero de altísima definición, que podría describirse como una intoxicación que causa alucinaciones en forma de memorias de tu vida cuando eras chico, como el recuerdo patente a ese olor entre cemento y wasabi que te venía cuando te pegabas un golpe en el patio del colegio. El high se te pasa en el momento de cruzar la puerta que te lleva a la sala de arribos.

Como cordobés viviendo en el extranjero he comprobado que somos una minoría ínfima en la población de argentinos por el mundo. Hoy llegar a Córdoba en avión desde afuera implica más de un vuelo y las chances de encontrar a otro cordobés en el vuelo incial son casi cero.

Es mentira que te subís a un avión y apareces en otro lado de golpe como si nada, como si te hubieras teletransportado. No digo que se compare con el viaje en barco, pero la experiencia del viaje en avión es larga y tediosa, sobre todo cuando tenés que pasar una noche mal dormido en clase económica anticipando la llegada, pensando en quiénes van a ir al aeropuerto, los encontraré a todos más viejos, me verán ellos más viejo. Es un viaje en el tiempo.

En Aeroparque, en la puerta del vuelo a Córdoba, escuchás por primera vez el canto, que se acentúa cada año y muta hacia un lenguaje en sí mismo. Oís palabras nuevas en los más jóvenes y sonreís cuando escuchás esas inmortales como "ocote", o expresiones demodé como "estupendo" o la clásica  anteposición de los artículos "la" o "el" a los nombres propios.

De Córdoba jamás se podría haber dicho que la queremos tanto porque nos une el espanto. Pero sí se puede corroborar cada vez que uno vuelve que el cielo de Córdoba no existe en otros lugares. El cielo, que tan difícil es de fotografiar, que no es más que una ilusión óptica donde no hay mas que aire y luz.

Felipe e Inés ya están en el aire de vuelta a Londres. Volaron de Pajas Blancas a Aeroparque, se tomaron un café con un amigo y fueron en remis a Ezeiza. En Ezeiza tomaron el vuelo BA246 que llega mañana a la madrugada de Greenwich. Me pregunto si existe alguna posibilidad por infinitesimal que sea, de que partículas de aire proveniente de Córdoba lleguen impregnadas en su ropa o en un recoveco de la valija.