miércoles, 28 de julio de 2010

Potty Training



El temita de aprender/enseñar a ir al baño por cuenta propia me tiene preocupado. Felipe es para mí una especie de alter ego filosófico que crece en mí cada día. Me provoca preguntas fundamentales como si lo que somos tiene más de crianza o de naturaleza y si es cierto que hay algo de mí en él. Me pregunto a veces si el efecto de un reto tendrá consecuencias buenas o pernicionas en el futuro y más recientemente, después de su segundo cumpleaños no paro de preguntarme qué consecuencias podrá tener en su vida el aprendizaje de hacer pis y caca solo.

Me acuerdo en los años noventa cuando con mis hermanos vivíamos todavía todos en casa, la casa de nuestros viejos,  en esa época íbamos todos a la universidad. Me acuerdo una vez que madrugué antes que los demás para ir a la facu y me encontré en la mesa del desayuno un apunte de psicología evolutiva que Josefina, mi hermana que entonces estudiaba psicopedagogía, que se había dejado en la mesa de la cocina después de una noche larga de estudio. A falta de diario matutino leí con atención y sorpresa un artículo sobre el duelo anal que me quedo grabado para siempre y que he modificado en mi modus pensandi para acomodar mis teorías sobre todas las cosas. En síntesis, el artículo propone que hay una relacion directa entre el rigor en el aprendizaje del control de esfinter anal y la personalidad meticulosa, y la afisión, a veces obsesión por la limpieza. Tanto me pegó el artículo, que tiendo a reducir todo conocimiento psicológico a un solo factor convergente: la conciencia del control del esfínter o el duelo anal.

Así, en los más de diez años que pasaron, comencé a especular sobre cuál habría sido la experiencia de distintas personas que conocí a lo largo de mi vida, cuando aprendieron a hacer lo propio en la pelela e interpretar sus conductas a partir de estas especulaciones. Cuando nos mudamos con Inés a Estados Unidos, inmediatamente se me represento cómo toda una sociedad, mucho más meticulosa que la nuestra, había sido víctima por muchas generaciones de lo que ellos llaman "potty training". Así aprendí a respetar a personajes a veces desacreditados en nuestra sociedad por su obsesión por el detalle por encima del todo, los nunca bien reputados anales. A los anales hay que recurrir siempre cuando uno tiene una duda con respecto a un código, verificación de control de calidad y por sobre todas las cosas son los que toman mejores notas de las reuniones y no sacaron ninguna conclusión más allá de lo que se dijo, el perfecto opuesto a mí, lo cual me deja pensando cómo hicieron mi Papá y mi Mamá para enseñarme qué había que hacer en esa enorme taza enlosada que había en los setenta que se llamaba pelela.

Hoy la vida me propone un desafío monumental al que jamás me habría enfrentado de no haber sido expuesto a la lectura de aquel artículo acerca de la contención. Felipe reconoce perfectamente el concepto de pis y caca, a tal punto que a veces, para demostrar lo bien que entiende después de gritar un rato largo "caaaacaaaa" anunciando que necesita cambio de pañal, toma una muestra con su propia mano y nos la enseña con cara de asco para que hagamos más expeditivo el trámite. Inés y yo, somos muy conscientes de la importancia de esta etapa anal y estamos decididos a literalmente no cagarle la vida desde tan temprano. Comentando esto con una amiga en el trabajo, ella compartió conmigo una técnica que consiste en envolver pequeño regalos y colocarlos en un estante fuera del alcance del nene y cada vez que correctamente haga pis y/o caca en el "potty" se le entrega un regalo acompañado de sonrisas y aplausos. No pude sino rechazar de cuajo esta sugerencia por asociaciones que no pude evitar entre el premio y por extensión el dinero y la genitalidad y por extensión el sexo. Pensé inmediatamente que estaríamos criando a un perverso propenso a pagar por satisfacciones genitales. A lo mejor mi análisis llego muy lejos, pero por las dudas no lo vamos a intentar.  

Ante la duda sobre qué hacer o si hacer algo o no, me apoyo en la teoría de que ante la duda, la mejor decisión es no hacer nada. En ese contexto y por no tolerar la idea de "entrenamiento" del control del esfínter, Felipe este verano experimenta sólo y nosotros sólamente le insinuamos donde sería más práctico hacer caca y/o pis, en ese orden de importancia. Mientras tanto Inés y yo seguimos limpiando debajo de la mesa, en el pasillo y hasta muy de vez en cuando en la pelela. Yeah!