jueves, 22 de octubre de 2009

Acerca de Kioto, la Argentina y los Pedos

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Resulta que ahora tirarse pedos atenta contra el medioambiente.

Como argentino expatriado en el Reino Unido siempre me jacté de que Argentina, mi país, era verde, no solo su paisaje sino también verde en un sentido ecológico. Pensaba que la huella de emisiones de carbono en Argentina era negligible comparada con la de los países desarrollados. En Argentina hay menos conciencia medioambiental que en otros países, pero claro, somos pocos y la Argentina es grande y por ende afectamos al medioambiente mucho menos. Somos ecológicos sin necesidad de mucho esfuerzo. ¿No?

Acá, en cambio, donde el consumo energético es bestial y la producción de basura obscena, está todo muy regulado y se percibe una clara tendencia a la reducción de emisiones. Las cisternas de los inodoros, por ejemplo, no pueden superar una capacidad de 6 litros. Parece extremo, pero si multiplicás la diferencia en litros, digamos un litro si las cisternas fueran de siete litros, y pongámosle que tiramos la cadena una vez por día, sacas la cuenta y sobre una población de 70 millones, tenés un consumo diario de 70 millones de litros de agua potable menos por día y ni hablar de que hay dos botones para tirar la cadena, uno para number one y otro para number two. Este es el espíritu de las legislaciones acá. Otro ejemplo: si apagamos por completo los electrodomésticos y no los dejamos en modo “standby” nos ahorramos la energía que gastan los foquitos LED y asi se aplica el microahorro en relación al reciclado de basura, el transporte, etc.

Sí se puede reducir drásticamente el consumo de energía y por ende las emisiones a partir de pequeñas medidas que afectan a millones, hay muchas formas de hacerlo y no necesariamente implican un sacrificio personal. Todo esto para cumplir con el protocolo de Kioto, que firmaron casi todos los países del mundo con la excepción de Estados Unidos, por el que se comprometen a reducir las emisiones de gases a niveles similares a los de 1990 para el 2012.

Esto viene a cuento porque leí un una nota tan interesante como absurda acerca de los granjeros neozelandeses (ellos si se tomaron Kioto en serio) en contra del impuesto a las flatulencia de las ovejas. La organización se llama F.A.R.T (Pedo en Inglés) y es una sigla que significa Granjeros en Contra de la Tasación Ridícula.

Cuando me pongo a pensar que en Argentina hay más cabezas bovinas que humanas (ahora con el boom de la soja a lo mejor volvimos a ser mayoría humana) caigo en la cuenta de que Argentina en realidad deja una huella de gases nocivos para el medioambiente mucho mayor a la de nueva Zelandia, si pensamos que las vacas se tiran pedos mucho más voluminosos que las ovejas y multiplicado por los millones de cabezas el daño es brutal.

Me imagino una Argentina desarrollada. Sueño que mi hijo Felipe vive allá. Es el año 2030 y viajamos de Córdoba a Buenos Aires por la autopista Nacional N9 (la ex ruta 9) en un silencioso auto eléctrico. Veo un paisaje de cultivo de grano peinado por gigantes irrigadoras. El cultivo es interrumpido con frecuencia por vastas granjas de animales donde hay miles de vacas pastando. Las vacas tienen unos globos enormes en el lomo que acumulan el gas metano emitido por sus flatulencias para ser luego tratado y usado como energía sostenible.

Creo que es inminente que en Argentina se tome más en serio el tema ambiental; no podemos poner en riesgo al planeta y mucho menos el asadito dominguero.


martes, 6 de octubre de 2009

"La India" Mercedes Sosa (1935 -2009)



Ayer tuve que llenar un cuestionario del departamento de recursos humanos de mi oficina donde pedían que seleccionara mi raza. Las opciones eran: blanco (de origen no hispánico), negro (de origen no hispánico), hispánico, asiático o pacífico isleño, indio americano o nativo de Alaska, dos o más razas. Mi compañía es yanqui, pero yo trabajo en la oficina europea y me pareció torpe esta sección del formulario. Una por no tener en cuenta que la etnicidad se percibe de manera diferente en Europa que en Estados Unidos y otra por la fijación norteamericana con la cultura hispánica y el uso eufemístico del término hispano para denotar mejicano o sudamericano, pero sobre todo por el garrafal error de confundir cultura con etnicidad.

El domingo a la madrugada se murió Mercedes Sosa y con la tristeza que la noticia me proporcionó también se me hizo patente el problema de incorrección política que existe en Argentina. Los medios de prensa, incluidos: La Nación, Clarín, Página, etc. se atrevieron a referirse a Mercedes Sosa, como "la Negra" Sosa. Por supuesto que la intención, o mejor dicho la licencia editorial es la de confraternizar, la de usar el sobrenombre para decir que estamos más allá de la discriminación en Argentina. "La Negra" Sosa, como si uno hablara de un amigo íntimo.

De adolescente tocaba la guitarra criolla, esto era a finales de los '80s cuando el Rock Nacional estaba en su gloria. En los actos del colegio, en los fogones campamenteros, en guitarreadas o encerrados en la pieza rascando una guitarra desafinada, cantábamos "La Masa" a los gritos y con una pasión desvergonzada de la que por suerte no queda ningún registro. En esa época, capaz que sea igual ahora, escuché decir a algún adulto que "la Mercedes Sosa" era una zurda resentida. Esto siempre iba seguido de un reconocimiento de "lo bien que cantaba" y lo reconocida que es en el mundo. La llamábamos “La Mecha" Sosa, un nombre paquete, burgués y de poncho chalchalero.

En mi expatriación, primero a Estados Unidos y ahora Inglaterra, me he vuelto excesivamente sensible a la corrección política que propone nombres aceptados como no discriminatorios a grupos étnicos o sociales. Mi sensibilidad no es motivada por cómo yo me veo clasificado sino mas bien como mecanismo de cuidado para no meter la pata y decir algo que vaya a ofender a alguien. En Argentina hay una especie de orgullo por la incorrección política, porque lo hacemos cariñosamente y sin intención de ofender. Le decimos a una mujer obesa y posiblemente acomplejada "la Gorda" o el "Negro" a cualquiera de piel tostada, en el contexto familiar, pero también despectivamente a los habitantes de villas miserias y a la clase obrera en general.

Mercedes Sosa es posiblemente mestiza criolla con raíces quechuas, y siguiendo la lógica de la incorrección política argentina y en nombre de la integración, deberíamos haberle puesto el sobrenombre de "la India" Sosa.

Mercedes Sosa cantaba como nadie en el mundo. El volumen de su voz contralto, la vibración de sus tonos bajos, su caracter amargo y su enorme figura la pintaban como una madre que podía cantar y acunar las penas de todos los que la oían. Ella no componía canciones, las interpretaba y las transformaba en suyas. "Gracias a la vida" de Violeta Parra, le dio más gloria a Mercedes Sosa que a su propia autora. Su versión de "Inconsciente Colectivo" quedó más grabada en los aleros de la mente argentina que la versión del propio Charly García.

Me dio mucha nostalgia ver a Mercedes Sosa publicada en los medios, en la prensa británica hubo cobertura en todos los formatos. Me hizo acordar mucho a los ochentas y a mi confusión política, mis dilemas burgueses y mi amor a la canción por encima de cualquier otra manifestación musical.

En honor a la difunta Mercedes Sosa, que me hizo pensar tanto sobre etnicidad, tradición, política, libertad y sobre todo disfrutar el arte del canto, puse un asterisco en mi encuesta de recursos humanos y agregué: Otro, Quechua de orígen hispánico.