miércoles, 17 de febrero de 2010

Dejarnos quedar Indefinidamente

Hacía cinco años que esperábamos que llegara el 2 de Febrero de 2010.
Cuando llegamos al Reino Unido no teníamos muy claro si nos quedaríamos a vivir o no, pero sabíamos que si nos quedábamos 5 años trabajando continuamente en relación de dependencia, el gobierno británico nos otorgaría residencia permanente. Una vez conseguido este estado, llamado literalmente "dejo indefinido a quedarse" o mejor traducido como permiso a estancia indefinida (indefinite leave to remain) uno puede tramitar pasaporte británico cumplido el año en este poético estado.

A Londres llegamos un providencial 9 de Julio de 2004, en medio de lo que se dice fue el mejor verano en lo que va del siglo. En ese momento nuestra categoría inmigratoria era: turistas. En el 2005 conseguimos permiso para trabajar y nos parecía remoto pensar en conseguir residencia permanente y ni hablar de la ciudadanía. Veníamos de New York, con cuentos kafkanos de amigos detras de la infame Green Card.

Hoy tuvimos turno en la Home Office (algo así como la Policía Federal, pero sin ser la cana) para concretar nuestra residencia permanente. Inés anoche paniqueó por el inminente pago de mil ciento veinte extorsivas libras esterlinas por presentar la solicitud y se planteó si realmente queríamos ser británicos en el 2011 y si realmente valía lo que costaba el bendito documento de residencia. Esto, planteado horas antes de nuestra entrevista y después de haber esperado 5 años y de haber aprobado el examen de concocimiento sobre la vida en el Reino Unido, me pareció un gran absurdo y me tomó por sorpresa una desenfrenada verborragia de justificaciones que incluyó la posibilidad de que Felipe fuera a Oxford o Cambridge. Se me vinieron a la mente las preguntas del test y la estúpida manía que tienen los ingleses de hacer cola hasta para servirse comida en una fiesta de amigos. Yo soy más como el toro, una vez que apunté ya no pregunto más y arremeto, así que la pobre Inés se tuvo que quedar sin reflexion y esta mañana salimos sin chistar a buscar la residencia permanente.

Cuando nació Felipe lo registramos como ciudadano Argentino. Acá rige el infame jus sanguinis donde sólo hijos de Británicos pueden ser Británicos, la tierra no otorga ningún derecho. A Felipe en ese momento lo llevamos al consulado Argentino donde se habían acabado los pasaportes consulares y no había perspectiva de que los hubiera disponibles en el futuro inmediato. Nos atendió la gorda de Gasalla y nos informó que eshos no podían hacer nada, que de Buenos Aires no les mandaban libretas. El pobre de Felipe estaba efectivamente en un limbo de patria. Finalmente, y como podía esperarse de nuestro solidario país, a través de una amiga de un amigo nos consiguieron que apareciera en un cajón del consulado un pasaporte reservado para casos especiales que le otorgó a Felipe la Nacionalidad Argentina por Opción que en nuestro caso fue, en realidad, por falta de Opción.

Hoy finalmente dimos el primer paso serio hacia la obtención de la ciudadanía Británica y se nos permite la estancia indefinida aca. Dentro de un año los tres tendremos pasaporte británico. Vengo planeando fríamente para entonces que no se me mueva ni un pelo cuando jure lealtad a Isabel Segunda de Inglaterra y me he imaginado una burbuja de brillantina hedionda en flatulencias que me protejerá de quienes me tilden de vendepatria. Mientras tanto este año le conseguiremos una camiseta celeste y blanca a Felipe para que grite los goles del Mundial en Sudafrica.