Resulta que ahora tirarse pedos atenta contra el medioambiente.
Como argentino expatriado en el Reino Unido siempre me jacté de que Argentina, mi país, era verde, no solo su paisaje sino también verde en un sentido ecológico. Pensaba que la huella de emisiones de carbono en Argentina era negligible comparada con la de los países desarrollados. En Argentina hay menos conciencia medioambiental que en otros países, pero claro, somos pocos y la Argentina es grande y por ende afectamos al medioambiente mucho menos. Somos ecológicos sin necesidad de mucho esfuerzo. ¿No?
Acá, en cambio, donde el consumo energético es bestial y la producción de basura obscena, está todo muy regulado y se percibe una clara tendencia a la reducción de emisiones. Las cisternas de los inodoros, por ejemplo, no pueden superar una capacidad de 6 litros. Parece extremo, pero si multiplicás la diferencia en litros, digamos un litro si las cisternas fueran de siete litros, y pongámosle que tiramos la cadena una vez por día, sacas la cuenta y sobre una población de 70 millones, tenés un consumo diario de 70 millones de litros de agua potable menos por día y ni hablar de que hay dos botones para tirar la cadena, uno para number one y otro para number two. Este es el espíritu de las legislaciones acá. Otro ejemplo: si apagamos por completo los electrodomésticos y no los dejamos en modo “standby” nos ahorramos la energía que gastan los foquitos LED y asi se aplica el microahorro en relación al reciclado de basura, el transporte, etc.
Sí se puede reducir drásticamente el consumo de energía y por ende las emisiones a partir de pequeñas medidas que afectan a millones, hay muchas formas de hacerlo y no necesariamente implican un sacrificio personal. Todo esto para cumplir con el protocolo de Kioto, que firmaron casi todos los países del mundo con la excepción de Estados Unidos, por el que se comprometen a reducir las emisiones de gases a niveles similares a los de 1990 para el 2012.
Esto viene a cuento porque leí un una nota tan interesante como absurda acerca de los granjeros neozelandeses (ellos si se tomaron Kioto en serio) en contra del impuesto a las flatulencia de las ovejas. La organización se llama F.A.R.T (Pedo en Inglés) y es una sigla que significa Granjeros en Contra de la Tasación Ridícula.
Cuando me pongo a pensar que en Argentina hay más cabezas bovinas que humanas (ahora con el boom de la soja a lo mejor volvimos a ser mayoría humana) caigo en la cuenta de que Argentina en realidad deja una huella de gases nocivos para el medioambiente mucho mayor a la de nueva Zelandia, si pensamos que las vacas se tiran pedos mucho más voluminosos que las ovejas y multiplicado por los millones de cabezas el daño es brutal.
Me imagino una Argentina desarrollada. Sueño que mi hijo Felipe vive allá. Es el año 2030 y viajamos de Córdoba a Buenos Aires por la autopista Nacional N9 (la ex ruta 9) en un silencioso auto eléctrico. Veo un paisaje de cultivo de grano peinado por gigantes irrigadoras. El cultivo es interrumpido con frecuencia por vastas granjas de animales donde hay miles de vacas pastando. Las vacas tienen unos globos enormes en el lomo que acumulan el gas metano emitido por sus flatulencias para ser luego tratado y usado como energía sostenible.
Creo que es inminente que en Argentina se tome más en serio el tema ambiental; no podemos poner en riesgo al planeta y mucho menos el asadito dominguero.